La Scala de Milán lo vuelve a llamar para unas importantes funciones de Rigoletto junto al barítono Carlo Galeffi y en 1915 se embarca con una extraordinaria compañía de ópera formada por el empresario Adolfo Bracale hacia Buenos Aires donde debutará en el teatro Colón la noche del 19 de mayo con la ópera Francesca da Rimini junto a la soprano Rosa Raisa.
La prolongación de la gira lo llevará a otra importante ciudad en su vida: La Habana. Debutará en el teatro Nacional la noche del 1 de febrero de 1916 cantando Tosca, junto a la soprano Tina Poli Randaccio. En La Habana conocerá a Juanita Almeida, con la que ese mismo año contraerá matrimonio.
En 1917 canta unas históricas funciones de Faust (Gounod) en “El toreo” de México ante 32.000 personas y en las que se ve oblicado a repetir cada noche 3 veces su ária “Salve dimora casta e pura”.
Ese mismo año protagonizará en estreno absoluto en México de la ópera Isabeau de Pietro Mascagni.
Lázaro se sitúa entre los mejores cantantes del mundo y el Metropolitan de Nueva York solicita su presencia. El 31 de enero de 1918 efectuará su debut, nuevamente con Rigoletto, junto a Maria Barrientos y Giuseppe de Luca con un éxito tan desbordante que lo lleva a bisar “La donna è mobile”pese a las prohibiciones explícitas del teatro y el periódico New York Times le dedicará una portada titulano: “A spanish new tenor makes a hit in the Metropolitan”.
El 18 de febrero de 1918 interpretará I Puritani , también junto a Maria Barrientos, ópera que no se había escuchado en el Metropolitan desde su estreno en la temporada de 1883-84 creando un verdadero entusiasmo.
Lázaro cantará en el Metropolitan a lo largo de 3 años junto a las mayores figuras del momento como la propia Barrientos, Geraldine Farrar, Pasquale Amato, Giuseppe de Luca, Antonio Scotti o Claudia Muzio y en títulos tan variados como Tosca, Madama Butterfly, Aida, I Puritani, La reine fiamette (Lerroux), Rigoletto o Cavalleria Rusticana.
El Carnegie Hall de Nueva York también lo escuchará en dos conciertos y con la compañía del Metropolitan cantará en Filadelfia, Boston, Washington y otras ciudades americanas.
El público americano idolatrará a Lázaro hasta el punto de solicitar por escrito al director del Metropolitan, Giulio Gatti Casazza que le ofrezca más títulos en las temporadas. Serán momentos de gran rivalidad con Enrico Caruso, cantante ya habitual de ese escenario.
El 25 de abril de 1920, con un concierto, Lázaro se despedirá del Metropolitan.
1921 supondrá otro hito en su carrera. Pietro Mascagni lo elige como intérprete para el estreno mundial de su ópera “Il piccolo Marat” en Roma.
Lázaro se convertirá en el máximo exponente de este rol por sus enormes dificultades vocales. Nadie en la historia podrá tan siquiera igualar su interpretación y esta ópera permanecerá en su repertorio a lo largo de toda su carrera.
En el Teatro Real de Madrid no debutó hasta 1922, con Aida pasando a ser desde ese momento uno de los cantantes preferidos del público madrileño.
Finalizada la temporada de Madrid se embarcará en una nueva gira por Sudamérica con una extraordinaria compañía y junto a otras personalidades como Elvira de Hidalgo, Ofelia Nieto o Gilda dalla Rizza.
1923 verá su regreso a las temporadas del Liceu de Barcelona y el Real de Madrid junto a otras ciudades españolas.
En 1924 se producirá otro importante momento en su carrera. El compositor Umberto Giordano lo exigirá como intérprete del estreno mundial de su ópera La cena delle beffe en el teatro Alla Scala de Milán y bajo la dirección de Arturo Toscanini. El 20 de diciembre de 1924 Lázaro se convertirá en el primer Gianetto de la historia.
Los años siguientes es reclamado por la mayoría de grandes teatros y participa en las temporadas del San Carlo de Nápoles, Arena de Verona, Scala de Milán, Costanzi de Roma, Liceu de Barcelona, Real de Madrid, la Fenice de Venecia o la Opera de Paris donde debutará en 1928 con Rigoletto (G.Verdi), junto a muchos otros teatros.
Sus funciones en Paris de Il piccolo Marat dirigidas por el propio Pietro Mascagni causarán una verdadera conmoción.
Son años de gloria, Lázaro es especialmente un ídolo en Barcelona donde a lo largo de 24 años ofrecerá al público barcelonés sus creaciones de Rigoletto, Il Trovatore, La Favorita, Aida, L’Africana, Marina, Tosca, Gli Ugonotti, La Dolores, Carmen, Euda d’Uriach, Faust, La Gioconda, L’elisir d’amore, El estudiante de salamanca, Lucia di Lammermoor, Doña Francisquita, I Puritani, Il piccolo Marat i La Bohème.
En 1929 cantará unas históricas funciones de la ópera Isabeau de Pietro Mascagni en el teatro de la Arena de Verona junto a Eva Turner.
En 1930 los teatros Carlo Felice de Génova (con Isabeau junto a Tina Poli Randaccio) y Coliseu dos Recreiros de Lisboa (con Tosca junto a Fidela Campiña) serán los últimos en oír su voz fuera de España durante los próximos años.
Las temporadas de la práctica totalidad de los teatros españoles se lo disputarán a lo largo de los 3 siguientes años.
En 1933 regresará a Firenze (Il piccolo Marat), Génova (L’Africana con Giannina Arangi Lombardi) y Milán (Il piccolo Marat)
Ese mismo año de 1935 será el tenor elegido para la conmemoración del centenario del estreno de I Puritani de Vincenzo Bellini en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, en unas históricas funciones junto a Mercè Capsir y Apollo Granforte. Lázaro y Capsir repiten cada noche el duo “Vieni fra queste braccia” que obliga al tenor a ascensiones al Re natural.
El 15 de septiembre de ese mismo año Barcelona lo homenajea dándole su nombre a la calle del barrio de Gracia donde había nacido.
En 1936 estalla la guerra civil española. Sus firmes valores anti fascistas le crearán muchos problemas y es “reclutado” por el Comité del teatro de la CNT para cantar por toda Catalunya las funciones que ellos decidiesen, llegando incluso a ser obligado a interpretar varias funciones un mismo día en diversas localidades.
Se incorporan a su repertorio muchos títulos de zarzuela como La Dolorosa, Los Gavilanes, Doña Francisquita o La Tempestad.
Se le retira el pasaporte y se le imposibilita reunirse con su familia que estaba en Cuba.
En 1939 se le informa que debe acudir a Paris para un concierto propagandístico a favor del régimen. Lázaro declina firmemente el compromiso alegando que si ni en Italia había cedido al fascismo no lo haría ahora. Su extrema y arriesgada postura curiosamente le favorece y finalmente el presidente Juan Negrín da la orden para que se le devuelva el pasaporte.
Lázaro marchará hacia el reencuentro con la familia a través de Francia (donde tiene que atravesar la frontera a pie) y un barco lo llevará a Cuba.
El regreso a la libertad supondrá también el regreso de los contratos y en el teatro nacional de La Habana cantará Marina de Arrieta y en el Auditórium de esa misma ciudad la reposición mundial de la ópera Baltasar del compositor cubano Gaspar Villate.
Ese mismo año cantará Rigoletto en Bueno Aires junto a Marina, La Dolores y La Tempestad.
En 1940 regresa a New York donde volverán a oír su voz en dos conciertos en el Town Hall.
En 1941 efectuará una pequeña gira por poblaciones cubanas.
En 1942 protagonizará otro estreno mundial, el de la ópera Kabelia del compositor Eduardo Sanchez Fuentes, en el Teatro Nacional de La Habana.
Ese mismo año marchará hacia México donde cantará Rigoletto en el Teatro Arbeu junto a un joven barítono: Ramon Vinay. Le seguirá Tosca también junto a Vinay para finalizar la temporada con Aida y un concierto.
En 1943 Lázaro estará convaleciente de paludismo en su finca cubana hasta que en 1944 hará realidad su gran deseo: regresar a Barcelona.
La prensa se hará eco de su regreso y más de mil personas junto a innumerables periodistas le darán la bienvenida en el Puerto de Barcelona a su llegada.
El Gran Teatre del Liceu le dará la bienvenida noche del 16 de diciembre de 1944 en la que Lázaro interpretará de nuevo a Radamés en la ópera Aida. A su entrada en escena el público interrumpirá la función poniéndose en pie todo el teatro con una atronadora ovación que obliga al tenor a decir unas palabras de agradecimiento y emoción.
Se reanudan los contratos y las temporadas en los teatros españoles.
La noche del 12 de febrero de 1945, con un concierto, Lázaro se despedirá definitivamente de su público del Liceu.
Después de una breve temporada en el teatro de la zarzuela de Madrid y de funciones en Oporto y Lisboa, el tenor parte de nuevo hacia La Habana con un contrato para interpretar unos conciertos y Marina de Arrieta.
Barcelona le espera de nuevo y en 1946 protagoniza una larga temporada en el teatro Olympia así como en 1947 en el teatro Tívoli donde noche tras noche el público barcelonés sigue llenando los aforos para escucharle.
En 1948 regresará a La Habana para su estancia vacacional y cantará varios conciertos para la radio y televisión cubanas junto a la soprano Ester Borja.
En 1949 publicará la primera edición de su autobiografía “El libro de mi vida”.
Son años de retiro paulatino de los escenarios.
Aún así en 1950 aún cantará Marina, Aida y Rigoletto en La Habana.
La noche del 22 de abril de 1950 supondrá la de su adiós definitivo a la ópera escenificada cantando uno de sus roles fetiches, el de Duca de Mantua del Rigoletto Verdiano, junto al barítono Robert Weede. Esa noche Lázaro bisará “La donna e mobile” como tantas a lo largo de su carrera en su función número 435 de ese título.
Han pasado 40 años de su debut en 1910.
Sin embargo, sigue con algunos conciertos como los protagonizados para la emisora de radio cubana CMQ en 1951.
Ese mismo año se anuncia el rodaje de un film sobre su vida, que nunca se realizará.
En 1952 regresará a Barcelona para establecerse ya definitivamente con su familia en su piso de la calle Ganduxer.
Serán años de tranquilidad y homenajes. Sin embargo, en 1959 todo cambiará.
Fidel Castro tomará en poder en Cuba y todas sus propiedades y bienes serán requisadas entre 1961 y 1962 dejándolo en una dificilísima situación económica con 72 años.
La narración de este hecho en su autobiografía describe perfectamente a la persona:
“En efecto, mi esposa decide ir sola ese año a Cuba y al regreso de su viaje me entero de que Fidel castro se ha quedado con todas mis posesiones, despojándome de todo cuanto me costó ganar con tanto sacrificio y después de toda una vida para hallarme respaldado en mi vejez. Me informan de que ya nada tengo y que debo empezar de nuevo para ganarme mi sustento diario a mis 72 años, con los que ya cuento. Parece que los artistas, en general, tenemos fama de despilfarrar un dinero que hemos ganado a lo largo de nuestra vida; en cuanto a mi puedo decir que, en efecto, gané mucho dinero, pero no fácilmente sino a costa de sacrificios y aunque mis amigos saben que he sido generoso, no lo despilfarré jamás, sino que lo iba empleando para mi y los míos en unas fincas que allí tenía. El gobierno de aquel país me ha desposeído de mis propiedades sin indemnización alguna. Volveré a empezar, aún a mis años.
Los que me conocen dicen que admiran en mi tanto al artista como al hombre de carácter; trataré de no defraudarlos.”
Y así lo hará. Lázaro decidirá dedicarse a la enseñanza del canto dando clases particulares para sobrevivir y afrontar una de las partes más tristes de su vida. Son años de muchas privaciones y siempre apoyado y ayudado por algunos de sus incondicionales amigos como Ramón Sabatés o Juan María Tió, alumno suyo también, la vida avanza entre el olvido y las dificultades.
En 1961 es invitado al programa de televisión “Amigos del martes” de Franz Johann donde dejará impresionado a todo el público al cantar en vivo y a tono el aria “O Paradiso” de La Africana de Meyerbeer con 76 años.
En 1963 el Gran Teatre del Liceu decide homenajearlo con motivo de la reposición de la ópera Il piccolo Marat de Pietro Mascagni, interpretada por Gianni Iaia y Virginia Zeani. Al final del primer acto el empresario Juan Antonio Pamias realiza un discurso y Lázaro pisa de nuevo el escenario que tantas noches lo ovacionó, en un último gran reconocimiento.
En 1966 aparece como invitado en el programa de televisión “Esta es su vida” presentado por Federico Gallo donde se le tributa un homenaje en presencia de algunos antiguos compañeras de escena como Mercedes Capsir, Pau Civil o Miguel Mulleras.
Lázaro tiene ya 80 años y su vida discurre entre tertúlias con sus amigos o sus estancias de descanso en San Llorenç Savall siempre invitado por su gran admirador Joan Fortuny.
Esporádicamente está aún presente an algunos artículos o reportajes, pero su vida irá pasando en el olvido en su pequeño piso de la calle Ganduxer de Barcelona.
En 1973 ingresará en el Sanatorio del Paseo Marítimo de Barcelona a causa de una trombosis de la que se recuperará.
Sin embargo, su salud se deteriora rápidamente y el 3 de abril de 1974 La Vanguardia publicará la que será su última entrevista y la noticia del posible homenaje que le está organizando el Gran Teatro del Liceu con la presencia de grandes figuras del momento como Luciano Pavarotti (de la que el autor de esta biografía conserva sus cartas de confirmación de asistencia).
No llegarán a tiempo y a las seis de la tarde del martes 14 de mayo de 1974 Hipólito Lázaro fallecerá en el Hospital Nostra Senyora del Mar de Barcelona a causa de una insuficiencia respiratoria. Tenía 87 años.
Su entierro fue muy simple y con la asistencia de poquísima gente. Entre ellos sus amigos el tenor pau Civil y los actores Mario Cabré y Joan Capri.
Este fue el final de aquel niño carretero al que nadie le regaló nada en vida y llegó a lo más alto del reconocimiento mundial gracias a su voluntad y a unas facultades excepcionales.
En mi libro “O Paradiso” está narrada y explicada con muchísimos más detalles su biografía para todos aquellos que deseen profundizar en la apasionante vida. La unión entre unas facultades vocales privilegiadas y una desbordante personalidad crearon una de las figuras más apasionantes de la historia de la lírica y espero y deseo que tanto esta web como mi libro puedan contribuir a que la sombra del olvido no caiga sobre este Catalán Universal.
Miquel Pérez García